viernes, 9 de agosto de 2013

Ya no estás.

Madrugadas gélidas 
como un invierno sin abrigo
o sin el cobijo 
de tus sábanas.

Mi estabilidad se perdió
en la utopía de un atardecer
manchado con café de sobre y
húmedo de lágrimas sin rumbo.
(Iban camino de tu almohada.)

Si no vuelvo a observarte durmiendo
alguna tarde de fin de semana,
escribid en mi lápida:
"Murió recordándole."

El suelo cruje por la llegada del frío,
me despierto de mi pesadilla
y busco tu perfume en el aire...
como de costumbre, no has vuelto.

No sé de qué me sorprendo,
era de esperar
que te esperara cada noche.

Tus labios...
qué suaves eran.
Cómo me besaban 
en días oscuros
y me evadían de la realidad.

Contigo pisaba el suelo,
pero tocaba el cielo.

Paseo por una larga avenida de la ciudad...
a lo lejos alguien toca el violín.
La canción es triste,
como su mirada.
Le miro y le agradezco esta ínfima sonrisa,
me responde con una mueca rápida.

Al parecer el mundo se desvanece
poco a poco...
Y la droga de tu cuerpo
ya no me reconforta.

Ya no estás.

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