lunes, 5 de agosto de 2013

Luna enferma.

La noche está tranquila,
pero yo no.
No puedo estarlo.
No puedo borrar de mi cama
la silueta de tu cuerpo abrazado al mío.

Corre una suave brisa fresca
que ameniza la entrada de la madrugada.
Debería gustarme más este momento,
pero tú no estás disfrutándolo conmigo.

Objetivamente hablando el mundo no me gusta.
El capital sigue arrasando con todo
y tú no me besas, ni me sonríes,
ni siquiera llamas al teléfono
que tantas veces escuchó mi voz tranquila
diciéndote que te amaba.

Pasan los minutos.
La Luna tan llena 
y yo tan vacío.

El polvo se asoma 
por lo alto de las estanterías
y tus labios clandestinos
ya no me sirven de abrigo.

Abro una botella y en su cristal 
se reflejan un par de estrellas
a lo lejos...
Tú también estás lejos 
pero no lo suficiente
como para dejar de sentirte cerca.

Quiero creer que aún acaricio tu espalda
los domingos por la tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario