domingo, 18 de agosto de 2013

Hermosa pasión adolescente.

Los brazos de Claudia abrazan con fuerza a Víctor, su pareja, al llegar a la casa de éste. Rápidamente Víctor le acompaña a su habitación y le dice que espere, mientras le prepara un café caliente para amenizar el frío invierno. Víctor tiene 16 años, Claudia acaba de cumplir 15. A pesar de su edad, sus mentes ya son fuentes de cultura y visión crítica, las paredes de la habitación de Víctor se tiñeron de rojo hace casi un año y mientras besa a su amada, las fotos del Che, de Fidel y de Marx parecen sonreirle. A Claudia le encanta esa faceta de Víctor y a él le encanta explicarle cosas y ver cómo calan en ella las ideas que le transmite. Víctor llega con el café a la habitación y ella está esperándole observando una frase del Che que Víctor tiene escrita en un papel pegado a la puerta de su habitación. Víctor bromea y hace ver a Claudia que el café va a derramarse sobre su camiseta negra, ella se asusta y al ver que él se ríe, coge el café, lo deja en la mesa y, sonriendo, abraza y besa a su novio. Se abrazan con fuerza, como si hiciera meses que no se veían, a pesar de que el día anterior habían estado juntos. Su amor es realmente puro, amor adolescente, pero de dos chavales inteligentes y que se aman con locura. Claudia, tras un par de minutos de miradas entre sus labios, incita a Víctor a tumbarse con ella en la cama, y Víctor accede. Poco a poco, los besos van adquiriendo pasión y las manos de Víctor se desatan y recorren la espalda de Claudia, cuya camiseta ha levantado lentamente. Los dedos de Claudia buscan el vientre de su chico, y éste se pone nervioso y le besa enérgicamente. Las manos de la joven son ágiles y desabrochan el pantalón de su grandullón. Víctor acaricia el cabello de su pequeña y ella interpreta que las piernas del joven ya no tienen motivo para estar cubiertas. Su pantalón cae al suelo y Víctor comienza a deslizar sus fuertes manos por las suaves piernas de Claudia. Su pantalón no tarda poco en ser despreciado por el momento. Los minutos se suceden y la intimidad va cobrando la forma más preciosa en la que puede ser encarnada. Tras unos veinte minutos de hermosa locura, los adolescentes caen rendidos sobre el colchón del chico que, relajado y feliz abraza a Claudia por detrás y besa su espalda sudada. Ella, poco a poco, se va quedando dormida mientras él, incapaz de evitarlo al contemplar tan inmensa belleza, esboza varias sonrisas. Víctor echa un vistazo a su cuarto y reconoce en la tenue luz la taza. Está intacta, tan solo se ha quedado frío el café. Lo bebe y vuelve a meterse en la cama hasta quedarse dormido, sabiendo que al despertar, su musa estará a su lado, esperando para ser retratada con bellas palabras salidas de los labios de Víctor. 

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