sábado, 17 de agosto de 2013

Tus caderas como únicas cadenas.

Tu suave cabello cae por el contorno de tus mejillas
dejando tras de sí un brillo
incapaz de descifrar para aquel que no ha recorrido
la piel de tu espalda con la yema de los dedos.

En tus ojos se refleja la Luna
y está más llena y hermosa que nunca.
Como si fuera eterna,
como si nunca hubiera estado tan cerca.

Tus labios se humedecen con el paso de las sonrisas
y los puedo besar.
Cómo desespera su tacto infinito
en un mundo que pronto desaparecerá.

Tus mejillas pálidas buscan mi pecho
para descansar sobre él
y las mías buscan tus besos
para sonreír como un niño.

La figura de tus pechos 
en noches imperfectas
dibujan poemas
que nunca dejarán de escribirse.

Tu espalda...
qué decir del mejor papel
en el que escribí un poema.
Escurridiza como una cascada
de caricias a destiempo.

Tu vientre es la mejor carretera
hacia momentos inolvidables 
donde, verdaderamente
somos tú y yo.

Tus caderas son mis únicas cadenas
porque atado a ellas
me siento libre
como el fuego.

Tus piernas perfectas
me sugieren el camino
de un otoño contigo
y de una vida con nosotros.



Tu cuerpo, esa obra de arte anónima cuya belleza no alcanza a describir ningún poema.
Ningún verso, canción o cuadro es digno de tratar de sus curvas y sus matices,
pero yo lo intento.
Porque yo lo he besado.
Este poeta ha vivido entre tu calor y ha espantado tus miedos.

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