domingo, 29 de septiembre de 2013

Fin.

Si hubiera sabido que era 
nuestro último polvo,
habría puesto mi alma
en llevarte a un eterno orgasmo.

Si hubiera sabido que era
nuestro último beso,
te habría robado la fuerza
de todos los anteriores.

Si hubiera sabido que era
nuestro último paseo,
te habría llevado hasta 
el final de mi Luna.

Si hubiera sabido que era
la última vez que 
recorría tu espalda habría escrito
en ella este poema.

Si hubiera sabido que era
la última vez
que acariciaba tu brazo habría
memorizado tu frecuencia cardíaca.

Si hubiera sabido que era
la última vez 
que cogía tu mano
la habría agarrado con fuerza.
(como tú hacías cuando
te ponías nerviosa).

Si hubiera sabido que era
la última vez
que debatía contigo
habría organizado la revolución.

Si hubiera sabido que era
la última vez
que sonreías al verme
habría hecho el idiota como nunca.

Si hubiera sabido que era 
la última vez
que sentía celos justificadamente,
habría matado.

Si hubiera sabido que era
la última noche,
no me habría despertado.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Odio justificado a la calle.

Salgo a la calle a dar un paseo,
¿para qué?
Detesto el ensordecedor ruido
de la prepotencia de la gente.

Me incomodan sus modales,
su forma de hablar y de mirar.
No me gustan las personas
de donde yo vivo.

Les oyes conversar y reina la incultura,
a lo mejor soy yo el detestable,
no lo sé.
Sé que ellos me repelen.

No alcanza su vista más allá
de sus incoherentes pensamientos,
todos hablan de sí mismos
y fingen escuchar a los otros.

Me paran por la calle
y quieren convencerme de que
la fe y la religión
son más fuertes que la filosofía.

No sé si reír o intentar convencerles
de que abran los ojos.
Qué triste es vivir controlado
y creerte libre

gracias a lo que los titiriteros
te ofrecen para que ignores
tu condición y no luches
por ti mismo.

Alguien se manifiesta pacíficamente,
hablas con ellos 
y dicen ser revolucionarios
pero no quieren luchar.

Incomprensible.
Un hombre se queja porque dos hombres
se besaron en la plaza
y les llama repugnantes.

Momentos después él insulta 
a su mujer y le trata
como si fuera de su propiedad.
Ella no reacciona.

A lo lejos un patriota
grita mientras mastica un kebab:
"iros a vuestro país".
Sigue masticando.

Un joven es arrastrado
por las garras del fascismo
y es condenado a una vida
de prejuicio e ignorancia.

La gente sigue mirándome,
mientras ellos andan, yo escribo
mirándoles y eso parece
resultarles extraño.

Tres adolescentes se ríen
de una chica por la calle
por tener las caderas anchas
y ésta se acompleja día a día.

Un obrero despedido
grita con orgullo el nombre
del país que le explota
y luce sonriendo su bandera.

No sabe que pronto 
será desahuciado por 
los que dicen poner orden
en nombre de su país.

Las palomas se espantan,
y yo, impasible,
aumento mi disgusto
por estar aquí cada día.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Filosofía de fuego y silencios.

Vomito asfalto hasta incendiar
la cuneta de tu espalda desnuda,
libre de opresión y de incultura,
desafiante en un mundo ridículo.

Expropiándote el suspiro 
después de un orgasmo
comprensible únicamente
para incomprendidos.

Si entiendes lo que dicen los silencios 
entenderás que hablar está de más.
Siempre y cuando sepas 
qué decir sin palabras.

Búscame donde sea,
allí donde tu aroma
inspiró mis versos complejos,
vacíos y desquiciados.

Eres el fuego y las cenizas
tras el humo negro,
suave queda el roce
de tus labios olvidados.

Busco lógica en la filosofía
de tus frases a medianoche,
envuelta en mis, ahora,
desconcertados brazos.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Que te vayas.

Que me lleven a la guerra
si no bombardeas mis labios;
que me destierren de esta vida
si no paseamos por tu barrio.

Que apaguen las intensas luces
si el telón de tus ojos se cierra,
con suerte algún día te cruces
con mi oasis entre tanta tierra.

Que se lleven las flores preciosas
de tu jardín inmensamente olvidado;
que me quiten las esposas
de tus abrazos desalmados.

Que no vuelva a ver la luz tu sombra,
ni aparezca desnuda por la puerta
ni frustrada me llames en la alfombra
con falsa mirada de amada muerta.

martes, 17 de septiembre de 2013

La hoz de mi martillo.

Cuando no apareces
la línea divisoria entre lo bueno y lo malo
se distorsiona y no controla
los días en los que verte sería más que un regalo
si puedo besarte bajo una farola.

Días ridículos en los que
la rabia acumulada se expande
y busca una salida entre mi desquiciada mente,
la ciudad no es demasiado grande
para perderme contigo entre la gente.

Podría decir que
te necesito como un príncipe a su princesa,
pero no creo en monarquías,
prefiero decir que entre la niebla espesa
tus besos calman mi agonía.

Espero que algún día
podamos dormir juntos en un mundo socialista,
pero me conformo con observarte
desnuda e impasible, siendo la musa de este artista
que bajo la bandera roja busca acariciarte.

Sé algo, pero conmigo,
sé la hoz de mi martillo
sé la voz de mis protestas,
sé el filo de mi cuchillo,
sé mi barricada en las revueltas.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Burgués.

Burgués, desalmado y despiadado,
ríe porque cuando el odio se vuelva bala,
podrás correr todo lo andado,
pero algún obrero te disparará por la espalda.

Burgués, a ti la gente su alma vende,
pero las guillotinas entienden de justicia
y cuando la primera chispa prende
el proletariado sale con rabia de su asfixia.

Burgués, tu mansión de madera
arderá bien con una llama de rebeldía,
la revolución con ansia espera
que la gente cante por ella día a día.

Burgués, ahora el pueblo duerme
pero cuando despierte y tome fuerza,
lo que antes era una luz tenue
será una explosión donde caviar almuerzas.

Burgués, asesino y explotador,
prepotente y orgulloso,
a los pobres les sobra valor
para salir del foso.
(al que tú les condenas)

sábado, 7 de septiembre de 2013

Será.

Será que el mundo está desfasado
o que ya no vale la pena evadirse.
Será eterno o será innececesario
como decirte que te quiero.

Será que sin el detalle de tus labios
no concibo paz, 
pero tampoco rebeldía
más allá de un muro.

Será que nada es habitable...
ni esa esquina, ni ese portal,
ni ese banco que algun día
expropiaré contigo.

Será que resto tus caricias
a mis ganas de exiliarme
y que si me marcho,
será contigo a ningún lado.

Será que al mundo le faltan héroes
y le sobran bestias
y que en ese vacío,
tú me llenas.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Humano.

El universo se asfixia porque el hombre
le roba el oxígeno.
El hombre codicioso y malhumorado
(el hombre capitalista)
ya no sabe amar
lo que no puede comprar.

Humano triste y orgulloso,
cambia rápido de aspecto
o desaparece de este mundo borroso
del cual eres tú su peor espectro.

Reina el mal y gobierna el absurdo,
el obrero tiene más necesidad
de circo que de pan.
El hombre ya no sabe expresar 
lo que no sabe sentir.

Humano estúpido y solitario,
aléjate de la naturaleza,
pues en los paisajes esteparios
se percibe aún la belleza.
(No vayas a robarla).

La paz se evade del planeta,
los héroes se exilian
y el amor muere.
El hombre ya no sabe escribir
lo que no sabe pensar.

Humano cruel y despiadado,
¿por qué condenas a los justos?
Cuántos por la justicia han cantado
y han muerto tras los arbustos.

La Luna se esconde
y el Sol no brilla
como en un abismo.
El hombre ya no sabe querer
lo que nunca llegó a odiar.

Humano amable y guerrillero,
¿donde te escondes?
Con rabia te espero,
pero no sé dónde.

...

"Si te vas, que no sea lejos, ni por mucho tiempo."

¿Qué queda?

El soldado vuelve a casa, herido
por un mundo que nunca deja de arder.
Su compañera le sirve por fin de abrigo
y en su mente solo se quiere perder.

El poeta ya no escribe sonriendo,
ha desaparecido la compasión en su cara
por haber estado sobreviviendo
donde ya prohibieron que la música sonara
(más alta que los gritos de dolor).

El artista ya no dibuja paisajes
verdes, con abundantes flores;
ya no lleva sus pinturas a los viajes
porque donde va, solo encuentra errores.

El escritor ya no sabe de qué hablar,
quiere hacerlo de amor y de alegría
pero sabe que no va a calar
en la mente de las chicas frías.

El obrero ya no lucha
contra los que aprietan sus cadenas,
ni siquiera escucha,
aunque las sobras de los burgueses cena.

El joven ya no quiere aprender
del viejo que ya no quiere vivir.
El joven quiere lo que van a vender
y el viejo solo busca dejar de sufrir.

La pareja ya no ríe, ni besa
apasionadamente bajo la Luna;
la pareja siente que la vida pesa
y el amor (inexplicablemente) le abruma. 

El hijo ya no busca atención
y el padre ya no da consejo.
La madre ya no tiene pasión
y la hija huye de los espejos.

El amor ha sucumbido al cansancio,
el cansancio ha sucumbido a la apatía.
El tiempo ha sucumbido al espacio
y las miradas a las palabras tardías.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Sálvame.

Sálvame.
Sálvame cuando solo quiera vomitar asfalto.
Sálvame cuando el miedo corrompa mi sonrisa.
Sálvame cuando solo tus besos puedan evadirme.
Sálvame porque el tiempo corre 
y mis pies se hunden entre las flores.

Salva mis ganas de venganza 
cuando la luz se va sin despedirse.
Sálvame de la nostalgia que me trae la poesía.

Salva mis puños cuando se cierren con rabia.
Salva mis noches, mis amaneceres
y mis tardes de lluvia.

Sálvame porque solo dormir en tu cama
da sentido a levantarme.
Sálvame porque si tú no me salvas,
alguien vendrá que me condene del todo.

Abdou.

Abdou es un chico de quince años que vive en Senegal. Su padre, Ibrahima, tiene 54 años y trabaja en una de las multinacionales francesas que explotan los recursos y la mano de obra de su país. Trabaja doce horas al día y cobra el equivalente de cincuenta euros al mes. Tiene un hermano, Mamadou, de 21 años. Su madre, Khady, tiene 51 años. La situación en su familia es insostenible, solo consiguen comer una vez al  día con la miseria que papá trae a casa. De vez en cuando, mamá consigue robar algo y tienen una barra de pan extra para cenar. Ibrahima lleva varios meses ahorrando para poder viajar hasta Marruecos y llegar en patera desde allí a España, pero le da miedo el trayecto y sabe que si llega tendrá que ahorrar durante un par de años para poder pagar el viaje a su familia. Además, su esposa no tiene trabajo y no sabe cómo podrá subsistir su familia. 

Septiembre, 2013. Ibrahima ha ahorrado lo suficiente y sale hacia Marruecos. Se despide de su esposa con un beso apasionado y abraza con fuerza a sus dos hijos, que le despiden llorando. Pasan dos meses y Abdou todavía no tiene noticias de su padre. Cada día espera con ansia recibir una carta suya diciéndole que está bien, pero nunca llega. Tanto él como su hermano Mamadou han empezado a trabajar en la misma multinacional en la que su padre trabajaba, para poder dar de comer a su madre. Así permanecen dos meses más, hasta que les llega una carta desde España. Cuatro meses después de despedirse de su padre, les comunican que la patera en la que viajó llegó a la orilla con 7 personas más. Él y otro chico más joven habían muerto en el viaje a causa de la falta de alimentos y del calor. Su madre no lo puede creer, rompe a llorar desesperada por haber perdido al hombre con el que llevaba más de 30 años. Sus hijos lloran abrumados por la muerte de su padre, que dio su vida día tras día para llevarles comida a casa. El capitalismo ha acabado con su padre y Abdou decide semanas después no continuar allí y tomar el ejemplo de su padre. Convence a Mamadou y a su madre para afrontar la necesaria travesía con él y así lo hacen, tras varios meses ahorrando algo de dinero para llegar a Marruecos. Pasan horas y horas en el mar, bajo el profundo sol, con 2 chicas más de la edad de Mamadou. Por fin llegan a la orilla, casi deshidratados y consiguen entrar al país de manera ilegal.

Tras más de un año buscando trabajo, Abdou y Mamadou se rinden y deciden entrar en el mundo de la droga para conseguir algo de dinero para ayudar a su madre, que lleva unos meses muy enferma. Abdou entra en el mercado de la droga como camello, vendiendo cocaína y cristal a distintas personas. Siempre siente que la policía anda cerca, husmeando. Él detesta vivir así, pero no le queda otra opción. Un día, su hermano contacta con él. Le han detenido con muchísima droga encima y le van a meter en la cárcel varios años. Al ser inmigrante, la justicia española decide repatriarle y llevarlo de nuevo a Senegal, dejando a Abdou y a su madre en España. Abdou no gana el suficiente dinero para pagar un hospital a mamá, que a los dos meses muere delante de sus ojos. Abdou está solo y asustado. Decide dejar el mundo de las drogas y resignarse a pedir algo de limosna en una esquina del centro de la ciudad, comiendo gracias a la caridad.

Con el paso del tiempo, Abdou no vuelve a saber nada de Mamadou. Ha perdido a su padre y a su madre y su hermano mayor ha sido detenido, encarcelado y repatriado. Ya no sabe qué hacer. Una tarde, andaba llorando, como siempre, cuando vio que en una tienda del centro vendían productos fabricados por la empresa que explotó a su padre y posteriormente a su hermano y a él. Seca sus mejillas y va a la gasolinera que había a cinco minutos de allí, roba un litro de gasolina que mete en una botella que había tirada por el suelo y sale corriendo. Llega a la tienda y, sin dudarlo, la rocía de gasolina y la prende fuego. Mientras los cristales estallan y la gente sale corriendo, él observa, esbozando una íntima sonrisa bajo las lágrimas que de nuevo cubren su cara, recordando a su familia. La policía llega y, al verle, le da una paliza ahí mismo, para posteriormente detenerlo desmayado. Cuando despierta está en una celda oscura y fría, con un brazo roto y sin poder moverse por el inmenso dolor que siente en todo el cuerpo. Le dejan ahí más de un día solo, sin luz, sin comida y sin agua. Abdou está perdiendo el juicio y no deja de gritar y de llorar el nombre de su madre. Por fin llegan tres policías armados que abren la celda y le obligan a acompañarles, sin apenas poder moverse. Ágilmente, consigue despistar a un policía y le roba la pistola, ya que éstos no le habían esposado al verlo innecesario debido a su aspecto después de la paliza. Él les amenaza y cuando le están apuntando, sube el arma y se dispara en la cabeza. Todo se apaga, por fin. El capitalismo negó a Abdou una vida digna y le condenó a una llena de dolor y frustración hasta su último momento. Abdou cayó muerto al instante, en el último momento recordó una tarde en la que, cuando él tenía 6 años, jugó al escondite con su hermano. Su cuerpo estaba destrozado y sangraba, pero su boca lucía una preciosa sonrisa.