miércoles, 7 de agosto de 2013

Falsa paz.

Campos eternos,
naturaleza, silencio...
perderme, al fin y al cabo.

Brisas frescas y sinceras
rozan mis labios
como uno de tus cómodos besos.

Pocas cosas me reconfortan tanto
como aislarme de todo.
Olvidar la sociedad,
las miradas crueles,
los golpes...
olvidarme de mí mismo.

Desde aquí se ve todo más claro, 
incluso mejor.
Ficticiamente mejor.

Escribo esto en la terraza 
de la casa en la que,
siendo niño,
jugaba y corría feliz.

Encima mío un cielo nublado pero tranquilo,
a mis pies tejados de distintas casas...
A lo lejos (no mucho),
un castillo nostálgico con paredes ruinosas
y en mi mente, el vacío.

Este sitio está lejos,
pero no sé de qué.
Lejos de lo que no me gusta tener cerca,
supongo.

Ellos llaman civilización
a lo antagónico de esta inmensa paz.
No lo entiendo.

Aquí los versos fluyen...
a lo lejos alguien camina firme
y yo suspiro y esbozo una sonrisa.

Tu mirada aún aparece como un destello
por algún rincón de mi mente joven...
pero aquí arriba, 
aunque no estés,
te beso mejor que en cualquier ciudad.

Los poemas aquí riman mejor,
la cerveza sube 
y el mundo sonríe...
o así lo veo yo.

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