martes, 25 de febrero de 2014

Sobre la situación sanitaria en África.

El ser humano nunca ha destacado como conjunto en la virtud de la solidaridad, solo individuos concretos han sabido darle forma y voz al grito de la ayuda entre los pueblos. Lejos de mejorar como especie en esta faceta, a muchos nos entran las dudas ante la pregunta de si estamos evolucionando o involucionando a la hora de cambiar el mundo para construir uno más justo.

Mientras los países del Primer Mundo aumentan su hegemonía y riqueza a costa de la explotación de los países del Tercer Mundo, niegan o minimizan la ayuda a éstos para su desarrollo en materias tan imprescindibles como la salud. Empresas privadas controlando la venta de medicamentos que tratan enfermedades que se cobran millones de vidas en África cada año, ofreciéndolas a precios inalcanzables para los individuos de las distintas regiones del continente. Pocos son los países que ofrecen una ayuda sin ánimo de lucro a estos países y cuesta creer que países subdesarrollados como Cuba envíen más ayuda sanitaria a África o a países que han sufrido un desastre natural como Haití de la que envían superpotencias europeas o Estados Unidos. Lejos de la solidaridad que ofrecen distintos colectivos, organizaciones y personas en todos los países a la causa africana, los distintos gobiernos se alejan mucho de ofrecer lo que se necesita para la ayuda real.

Además, no se trata de buscar una ayuda caritativa (la cual es, en cierta medida, necesaria mientras el cambio no llegue realmente) que perpetúe la desigualdad, se trata de un cambio total en las relaciones entre los países ricos y los países pobres. Se trata de que los Estados tomen cartas en el asunto impidiendo que las empresas de sus países produzcan en países pobres a costa de su mano de obra y sus recursos, imposibilitando la independencia económica que tanto necesitan para desarrollarse los países subdesarrollados. Se trata de que adquieran el poder de la investigación y
comercialización de los medicamentos que podrían salvar millones de vidas humanas en el caso de que fueran accesibles para los distintos gobiernos y familias africanas afectadas. Se trata de invertir en ayudas a los gobiernos del Tercer Mundo para que desarrollen unos sistemas sanitarios óptimos con el objetivo de lograr, en un futuro, un nivel de vida aceptable basado en la salud de los ciudadanos africanos.

Distintas enfermedades como el VIH o la malaria se cobran al año millones de vidas, entre las que se halla una escalofriante cifra de niñas y niños. Lo más cruel y despiadado que nos dejan año tras año estas estadísticas es saber que existen los tratamientos necesarios para combatirlas. Lo que ocurre es que se encuentran en manos de intereses privados que controlan su comercialización y su previa investigación. Los gobiernos hacen poco o nada porque estas medicinas se distribuyan a precios lógicos en el Tercer Mundo y, aunque cruel, es evidente que las empresas que las tienen hacen todavía menos. Además, en el contexto internacional, los gobiernos de los países afectados
tienen poco que decir a la hora de reclamar esos tratamientos para su población, lo cual hace casi imposible su distribución entre los africanos.

Se producen aproximadamente cinco mil muertes al día a causa del VIH. Esta cifra es desgarradora si tenemos en cuenta que existe un tratamiento para esta enfermedad, pero que su comercialización en los países realmente afectados por ella tiene muchísimos obstáculos económicos y políticos.

El punto de vista de muchas de las personas que hablan sobre este tema de cara a la gente no suele ir más allá de simples discursos moralistas y conformistas: el famoso "el mundo es así", pero realmente no es así. El mundo no tiene un orden preestablecido ni se rige por leyes incrustadas en la raíz de la Tierra. El mundo se rige por las decisiones del hombre, por su sistema, por su forma de dirigir el paso del tiempo a su antojo y, en la época que vivimos, las élites son quienes desvían y asfaltan el camino de la humanidad a su antojo.


“No se trata de comprender la realidad,


sino de transformarla.”

jueves, 20 de febrero de 2014

Libres como consecuencia.

Entrelazar el distraído gesto
de tu mirada
con el tierno pulso
de la mía perdida.
Saciar la sed mutua
de ser abismo en la cordura.
Y así como somos juntos,
ser libres como consecuencia.

lunes, 10 de febrero de 2014

Nostalgia de traje y corbata.

Todos los días lo mismo. Echarte de menos con un poco de clase. Nostalgia de traje y corbata, bien arreglada, incluso bonita. Raspando una sonrisa mientras reviso mis apuntes de latín. Tempus fugit. 

¿A quién pretendo engañar? Si soy polvo sin ti y aún estoy vivo.