domingo, 11 de agosto de 2013

La noche cae y tus ojos se cierran.

A veces, cuando la noche cae y tus ojos se cierran, te puedo ver de verdad. Con poca luz y algo de viento, vislumbro tus manos encogidas por el tímido frío que se cuela por la ventana y las agarro con una fuerza imperceptible para tus sentidos, ya dormidos entre mis brazos. Tu espalda marca un camino poético hasta tu cuello, que recorro a besos deseando que te despiertes, pero sin importarme que sigas dormida. Supongo que serán las cuatro de la madrugada, me he desvelado y solo puedo mirarte, esbozar una sonrisa y, de vez en cuando, bostezar. La noche oscura se refleja en tus pupilas de una manera tan bella que humillaría a millones de obras de arte. La Luna no está llena, pero está preciosa. La calma recorre mis brazos desnudos y, cada segundo, te contemplo con mayor asombro. ¿Cómo pueden concentrarse en un solo cuerpo tantos poemas? Pasan los minutos, el viento, los pensamientos... mis ojos ceden. Me duermo, pero, por suerte, te sigo viendo.

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