martes, 1 de octubre de 2013

Te marchas.

La noche es joven y aún gatea
cuando viene a verme.
Siempre aparece cuando tengo
escalofríos de café.

Madrugada cruel la que
decidiste disparar
y te rebelaste ante mis labios
como la hacías contra el Estado.

No sé cantar en tu portal
pero sé escribir cuando
no me esperas en él,
nerviosa y sonriente.

Inexplicable el vacío
que dejó tu mar en calma
en la tormenta que 
golpeaba mi triste barco.

Tengo unos pies  
dispuestos a andar,
pero, ¿para que?,
no tengo camino.

Te marchas y,
con algo de suerte,
la ciudad nos cruzará
cansados de escribirnos.

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