martes, 8 de octubre de 2013

Demasiado incomprensible para tus labios.

Salto desde el vacío de tus dulces entrañas,
buscando un suicidio que me evada,
algo que me aleje un poco más de ti
hasta el punto de no sentirte.
Si no te siento no puedes doler.

Pero entonces abandonaría mi cuerpo
para dejar de sentir odio a mi pecho,
aunque ello no lograría que mi
conciencia desvaneciente dejara de buscarte.

Siempre dije que eras tú o barbarie,
que sin ti no era nada; vacío.
Un ser humano sin lógica
ni un ápice de calma en primavera.

Un poeta cuya musa es tan ajena
a sus versos, que ya no sabe
qué decirle cuando no encuentra
su espalda en la madrugada.

La siente tan lejana
sin dejar de sentir su perfume
que los versos no salen,
no encuentran el tímido papel.

A él le encantaba escribirle y que
ella, al leerle se sintiera amada 
y sonriera sabiendo que alguien 
le recuerda cuando quiere olvidar todo.

Tu cuerpo aún es percibido por mi tacto
mientras desayuno, aún noto el cálido
contorno de tu poética espalda
siendo recorrido por mis cansados dedos.

Aún no te echo de menos
porque no me he adaptado a esto.
No siento nada porque todo
lo que sentía lo producías tú.

Saldré al exterior de mi autodestrucción
cuando tus brazos me esperen abiertos
o cuando tenga seguro que al salir
dejaré de existir, humanamente hablando.

Lleno minutos escribiéndote porque necesito
verte y el boli se cansa, pero yo no.
Hacía tiempo que no te sentía tan cerca, estoy sintiendo
el mullido tacto de tus labios en mi pecho.

Mentiría si dijera que al escribirte me desahogo,
pero tampoco lo intento.
Si te soy sincero, te escribo por si algún 
día me lees, o mejor aún, te recito.

¿Qué sabrán los poetas de la belleza
si ninguno ha escuchado tus gemidos?
Ninguno ha mirado tan de cerca
tus ojos (¿verdes?, ¿marrones?) eternos.

A lo mejor mañana vuelves o
a lo mejor mañana vuelvo a
escribirte. Si lo hago es porque
no puedo perder mis manos en tu pelo.

Me estoy perdiendo la vida en este
sinsentido de echarte de menos,
pero, ¿qué es mi vida sin ti?
Nada. Alternancia de temperatura y luz.

Se me cansa el brazo pero las letras
brotan, musa mía, desgarras.
Artistas menos virtuosos que 
tus piernas misteriosas.

Ven, aunque después vayas a irte
y ya no vuelva a verte, ven.
No me entra esta mañana sin
tus sábanas, maldita guerra contrarrevolucionaria.

No pierdas el rumbo entre las
barricadas, porque mi lucha sin ti
no tiene sentido. Antes de 
hacer justicia, quiero besarte.

Y antes de morir, agarrar con
fuerza tu mano. Que si me voy,
muera mi inseguridad y sean
torturados los fantasmas del pasado.

Jodido pasado, no puedo cambiarlo
pero puedo dejarlo atrás y quererte
hasta que la tormenta tire las ventanas
del salón donde te amé como nunca.

Rescata el viento que ya no molesta
a los árboles, rescátalo porque mi
dolor de cabeza aumenta con 
el calor sin tu fría piel.

No quiero terminar nunca este poema
porque mientras lo escribo me 
siento un poco vivo. Siento
casi imperceptiblemente la felicidad.

Pero no te confundas, la siento
porque, de alguna forma, al escribirte
te tengo. Así quiero creerlo,
la imaginación salvó mi realismo.

Siento que me contradigo línea
tras línea pero, ¿qué puedo hacer?
No tengo lógica sin la incomprensión
que ofrecían tus palabras.

Ya no sé cómo decirte que te necesito,
pero da igual. Ya lo sabes,
cuando quieras estar en tu sitio,
estaré preparado para amarte.

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